lunes, 14 de noviembre de 2011

PADRE

Tal y como yo misma ya expresé en otro blog (enlace), siempre he pensado que en la vida no se puede bajar la guardia. Pero no en un sentido peyorativo, el que en ocasiones desgraciadamente más se suele utilizar. Lo digo desde un punto de vista en el que si no estamos a la expectativa, pensando que algo bueno puede pasar en cualquier momento por delante nuestro, puede que no le prestemos atención y se pase de largo.... sería una lástima. Porque la mayoría de estas cosas que nos acabamos encontrando, llegan por casualidad. Y son las mejores porque no las esperábamos; a modo de símil, sería como cuando vamos al cine a ver una película de la que no conocemos demasiado el argumento, ni nadie nos ha aportado referencias sobre ella, y de repente, nos damos cuenta de que el argumento nos envuelve, despierta emociones, y de que casi estamos deseando que no termine... pero cuando lo hace, salimos del cine con la sensación de haber visto la mejor película de nuestra vida. Y ha sido probablemente porque no existía expectativa alguna antes de entrar al cine, pero casi por casualidad ha pasado por nuestro camino.

Esta misma sensación es la que se podría decir que experimenté ayer al leer esta obra de Santiago Pablo Romero. Este texto llegó por casualidad, pero de manera oportuna al mismo tiempo, porque lo prometido es deuda: es el momento de los papás.

Espero que lo disfrutéis. :-)