LA ESCUELA INCLUSIVA

Lo que la propia noción de escuela inclusiva, nos va a indicar es el derecho de cada alumno o alumna a ser atendid@ desde un punto de vista individual, considerando y respetando sus diferencias, fomentando a su vez el respeto por las diferencias de las demás personas desde la óptica del respeto.

En obligación de la persona adulta, por lo tanto, de orientar al niño o a la niña para conseguir este logro, haciendo especial hincapié en que las diferencias, sean de la índole que sean (rasgos físicos, intelectuales, sensoriales e incluso de género o culturales), siempre pueden aportar riqueza al entorno educativo de un centro escolar. Tod@s somos diferentes, sin que ello implique ser inferior o superior.

La teoría la tenemos más o menos clara.... ¿y la práctica?

 

* Diversidad cultural y religiosa

Si bien es cierto que por ley, los centros educativos públicos no representan ninguna religión o culto, en España normalmente suele impartirse la religión católica. Aquell@s niños o niñas que opten por no impartir religión, no pueden verse beneficiad@s en el sentido de que no se puede avanzar con ell@s en cuanto a contenidos académicos se refiere.

Esto en ningún caso significa que no se les pueda permitir hacer nada. Hay diversas actividades extra-académicas acerca de las cuales sí se puede trabajar en esa hora en la que algún@s de sus compañer@s están en religión: jugar al ajedrez, coeducación, educación en el respeto ecológico, etc.

En las actividades comunes llevadas a cabo en los centros públicos, como ciertas festividades, no debería de hacerse distinción alguna en lo referente a la materia de religión.

En las aulas españolas, cada vez asisten más niñ@s que practican cultos diferentes o simplemente ninguno. No se piensa en ell@s.

* Coeducación

Nada de lo que hacemos o decimos es inocuo cara a entender la educación de un niño o una niña. El lenguaje posee un peso de extrema relevancia a la hora de entender las diferencias establecidas entre ambos géneros.

       Hemos de diferencias entre la noción de sexo y la de género. El sexo viene marcado por el nacimiento (masculino o femenino) y posee determinadas características físicas que así lo determinan, como órganos genitales, o mayor desarrollo de ciertas partes concretas del cuerpo en la pubertad, como el pecho o las caderas en las chicas o el vello facial y la voz más grave en los chicos. El género es el papel que se supone que cada sexo debe de poseer en función de su sexo. Por eso cuando hablamos de igualdad, haremos referencia a “igualdad de género”, no sexual.

       Desde pequeñ@s tendemos a orientarles (en muchas ocasiones de manera inconsciente) hacia determinado tipo de juegos o marcamos la diferencia mediante el uso de colores diferentes: azul para los niños y rosa para las niñas. Además, a través de ciertos cuentos tradicionales (actualmente tenemos la posibilidad de acceder a la mayoría de ellos modificados a las necesidades educativas actuales) se pueden llegar a transmitir ciertos valores de carácter sexista, tales como “fragilidad” de la mujer frente a la “fortaleza” masculina. Esta diferenciación no sólo no es necesaria, sino que además puede resultar perjudicial en el posterior desarrollo de su personalidad diferencial.

La educación que tiene en cuenta estos aspectos consiste en la formación de niñas y niños basada en principios de igualdad. Esta tendencia abre el camino hacia la superación de la desigualdad de género, ya que crea las condiciones para el acceso igualitario al mercado de trabajo y el cambio cultural en mujeres y en hombres (por ejemplo, la paternidad responsable y el compartir las labores domésticas), con lo que se favorece una sociedad más justa y equitativa.