Cada vez oímos más hablar de este término, acuñado por Martin Seligman en la década de los 70 tras haber realizado un experimento con perros.
De manera muy resumida, se comprobó cómo tras varios ensayos en los que estos animales no tenían escape ante una situación muy desagradable, como era la de hallarse en una habitación cerrada sin posibilidad de escapar por ningún lado, mientras recibían descargas eléctricas de cierta intensidad a través de un suelo electrificado, cuando estos perros tenían por fin la oportunidad de escapar a través de una puerta abierta, no solo no lo hacían, sino que además se quedaban gimiendo y aguantando la descarga en una esquina de la habitación.
Las conclusiones que se extrajeron posteriormente a este experimento fueron muy variadas (considerando además la crueldad del mismo), incluyendo una posible hipótesis explicativa de la aparición de trastornos de tipo emocional, como la depresión o la ansiedad generalizada.
Lo que sí que queda afectada, en mi humilde opinión, es la autoestima de toda persona que ha sido víctima de desprecio, especialmente por parte de personas muy significativas para ella (familia, maestr@s, iguales, etc).
¿Se puede inducir indefensión aprendida en el aula? Por supuesto que sí. Aunque desde luego, el caso es que no se debería.
Y como muestra explícita para comprender de qué estamos hablando y hasta qué punto es sencillo crear esta sensación en las personas, veamos este vídeo (agradezco a mi amiga Elvira, que me lo pasó hace un tiempo):
De manera muy resumida, se comprobó cómo tras varios ensayos en los que estos animales no tenían escape ante una situación muy desagradable, como era la de hallarse en una habitación cerrada sin posibilidad de escapar por ningún lado, mientras recibían descargas eléctricas de cierta intensidad a través de un suelo electrificado, cuando estos perros tenían por fin la oportunidad de escapar a través de una puerta abierta, no solo no lo hacían, sino que además se quedaban gimiendo y aguantando la descarga en una esquina de la habitación.
Las conclusiones que se extrajeron posteriormente a este experimento fueron muy variadas (considerando además la crueldad del mismo), incluyendo una posible hipótesis explicativa de la aparición de trastornos de tipo emocional, como la depresión o la ansiedad generalizada.
Lo que sí que queda afectada, en mi humilde opinión, es la autoestima de toda persona que ha sido víctima de desprecio, especialmente por parte de personas muy significativas para ella (familia, maestr@s, iguales, etc).
¿Se puede inducir indefensión aprendida en el aula? Por supuesto que sí. Aunque desde luego, el caso es que no se debería.
Y como muestra explícita para comprender de qué estamos hablando y hasta qué punto es sencillo crear esta sensación en las personas, veamos este vídeo (agradezco a mi amiga Elvira, que me lo pasó hace un tiempo):
Indefensión Aprendida (subtitulado)
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